Fernando Nachón es un escritor mexicano atípico a sus contemporáneos, que camina periféricamente, pero con un sentido del humor propio y casi original en las letras mexicanas. Sus novelas, cuentos y poemas son un conglomerado de mota, alcohol, sexo, fluidos, mierda y dolor.
Nachón jugo con la propia ironía al propinarle a los “señores” del noise sus cachetadas en las nalgas. Jugó con ser un anarquista de las letras y un kamikaze de su propia decencia intelectual y aportando la infamia necesaria para controlar el ego de los demás aculturados en la sociedad de las letras.
Por Edu Prado
Ciudad de México, 10 de octubre (BarbasPoéticas).- Hablar de escritores outsiders o en el mejor de los casos “malditos”, es apostar por una premisa trillada y gastada en estos tiempos de saturación de información mal comunicada. Es así, que la música del “perreo” y sus demás gurús de resaca con Tonayan, serían personajes de aliento cannábico en el mundo nachoniano.
Fernando Nachón es un escritor mexicano atípico a sus contemporáneos, un escritor que camina periféricamente, pero con un sentido del humor propio y casi original en las letras mexicanas. Sus novelas, cuentos y poemas son un conglomerado de mota, alcohol, sexo, fluidos, mierda y dolor. La literatura de Nachón es una moneda siberiana que habla del dolor y mierda de la realidad que nos convulsiona a cada momento; su literatura es un viaje nihilista, psicodélico y misantrópico.
Su vivencia literaria transcurrió en esa “década pérdida” para la juventud mexicana (los años 80), al publicar dos de sus libros más importantes De a perrito (1986) y Diario de un pendejo (1988). Además de colaborar en dos revistas La Regla Rota y Pus Moderna, dirigidas por Rogelio Villarreal.
Además, hizo una columna semanal en Sábado titulado “El libro del eterno retorno“, en dicha columna parodió a Juan Villoro y Guillermo Fadanelli; posteriormente Fadanelli escribiría un prólogo para su libro Cachetadas en las nalgas. Sin más, dejó de participar en Sábado a raíz de una discusión con Huberto Batis.
Sus novelas de iniciación conforman una díada que apuesta al estilo bukowskiano con personajes burgueses en decadencia. Si bien Nachón escribe a través de un alter ego aburguesado, tiene la locura necesaria y el estridentismo y humor de los personajes de Bukowski. Nachón se convierte en un adaptador de esa literatura del realismo sucio.
Pero con un estilo propio, y si me permiten, con voces que remiten la chilanguería. Es decir, su literatura recupera la forma de hablar de la gente que habita esta Ciudad de México, mezclado con su alter-ego-aburguesado-alcohólico-cannábico para contarnos las historias de un escritor desencantado de lo literario, pero viviendo una vida literaria narcisista), que vive con el fantasma de la fama.
En entrevista con el periodista Erick Baena, publicada en el blog Oficios laterales, Nachón explicó que su verdadera forma de escribir era por esas lecturas tardías que hizo de Bukowski, donde encontró el verdadero elixir de su escritura, ya que lo único que le gustaba escribir eran esas voces del subsuelo cotidiano. Además, detalló a qué se debe ese acercamiento a la escritura:
“Empecé a escribir gracias a la telenovela Gutierritos. La veía de niño, todos los días, religiosamente, en una televisión de bulbos. Me identificaba con Banquels: quería ser el escritor al que primero le va de la chingada y luego le va a toda madre […] De niño leí dos cosas: los cuentos de Andersen y el Memín Pinguín”.
Escritor que se forja en la cultura popular chilanga, sabedor que también hay una cultura que lo destierra al exilio de notas antes de la caída de la noche. Lector de escritores como Schopenhauer, Freud y Nietzsche. Con el aliento de lecturas marxistas juveniles conforman el Nachón del vagabundeo literario. Es crear la nostalgia de su propio ser inmiscuido en una huerfanidad literaria.
Su estela de escritor inadaptado no es una casualidad, es una forma de coquetear con el descaro de su propia personalidad forjada por él. Rogelio Villareal escribe una anécdota sobre Fernando Nachón, mostrándonos su personalidad visceral y poco convencional:
“En una ocasión llevé a Fernando Nachón para que le regalara De a perrito [a Huberto Batis], su flamante novela de sexo, celos y alcohol. Batis, consumado erotómano, recibió el obsequio con agrado y le pidió a Nachón que se lo firmara. El escritor jalapeño abrió el libro, alistó la pluma y se volvió para preguntarme: ¿Cómo se llama? ¡Carajo, Nachón!, le dije, ¡es Huberto Batis! Ah, sí, me respondió, pero en el rostro paternal de Huberto ya había una expresión de fastidio y, clavándome sus ojos, se quejó: “Para qué me lo traes si no sabe quién soy…”. Salvé la situación diciéndole que Nachón acababa de fumarse un churro, Nachón asintió y Batis esbozó una mueca complaciente. El asustado escritor admiró un display de la actriz Bibi Gaytán y pasamos a otra cosa”.
Nachón jugo con la propia ironía al propinarle a los “señores” del noise sus cachetadas en las nalgas. Jugó con ser un anarquista de las letras y un kamikaze de su propia decencia intelectual y aportando la infamia necesaria para controlar el ego de los demás aculturados en la sociedad de las letras.
ANTISIQUIATRIA DE UN PENDEJO
En la república nachoniana punkarra, dos libros son los que me han gustado y me han hecho escribir esta semblanza. El primero fue con el cual llegué a su literatura rasposa y descarada, De a perrito y el segundo es un libro que implica el exorcismo del amor, el sexo, las drogas, ser escritor y drogadicto en Diario de un pendejo.
Libros que asemejan por su forma simple y directa a la hora de escribir, es como escuchar los riffs cortantes de las guitarras K.K. Downing y Glen Tipton de Judas Priest. Libros sin palabras rebuscadas y jactanciosas. Es un compendio de golpes que azotan tu cara al momento de leer cada párrafo. Textos que muestran el desencanto y locura por vivir a la manera de Hunter S. Thompson en su libro Miedo y asco en Las Vegas. Es embarcarte en una autopista sin frenos.
La novela De a perrito es una tragicomedia-nihilista-alcohólica-sexual-psicodélica de un escritor que pretende vivir a través de sus libros para encontrar el camino de la felicidad: la fama. Buscar el anti-heroísmo, el cual se inmiscuye para lograr la escritura perfecta. Rescata la visión del héroe lector, “como este libro no tiene más sonido que el que tú, lector… puedes leer pensando con tu voz, lo puedes hacer con la voz de un amigo, desde la voz de la paranoia, o bien pacheco”.
Cada sensación es un monologo dionisíaco y alcohólico, mimetizando ese lugar de los obreros comunes; es una búsqueda por emprender el camino de los años 80. El libro está plagado de fotografías textuales a ese pasado que nos llena de nostalgia. Lugares y canciones denotan la vivencia de su tiempo.
Es el momento del escritor, el cual narra a su manera personal una ciudad, lugares y visiones del mundo político de una década convulsionada por el capitalismo y el creciente camino de la actual globalización. Es decir, “al final yo soy el que me pongo de a perrito y la muerte me da por el culo”.
El libro es un rock and roll suicida en todas sus vertientes: una ginebra, cerveza, poppers mezclados con la realidad de un romántico que vive en esa resaca llamada realidad. En resumen, el libro sintetiza todo el sentir y la rabia expuestas. Es una literatura purgatoria, confesional y drogadicta para enfrentar el cliché del bendito intelectual. Finalmente “la realidad podría ser un disco de Jim Morrison girando sin cesar, empzando y terminando y la aguja volviéndose a poner y un hombre muerto al lado por volarse la cabeza con el revolver del suegro”.
Diario de un pendejo es un libro compuesto por una novela corta y una serie de poemas. Donde el escritor nos remite al tema del sexo, las drogas, el amor, las relaciones personales, el psicoanálisis y el oficio de escribir. Es una confusión de sentimientos de un escritor que esta penando por el amor de un pasado que le remite a distintas mujeres, las cuales las prueba con el sentido de buscar una pertenencia de ese amor perdido. Pero también es una forma de psicoanalizar las pasiones del escritor, que busca entre temas y estilos su propia pertenencia en el mundo literario.
Posiblemente se enamore de un estilo con el mundo, pero también lo que busca es erotizar la escritura de sus pasiones: “Un día, una puta me lo dijo: Quizás no estés enamorado de Teresa, es más probable que estés enculado”. La analogía parece más que una perfección de lo que es la escritura y sus demiurgos. Es esa senda del perdedor que Bukowski intento explicar en alguna ocasión: “Encuentra lo que amas y deja que te mate”.
La narrativa de Nachón es un embarcadero a la mierda; por otro lado, la poesía en este libro es la libertad dionisíaca. Una poesía que escarba entre la peste, el sexo, el amor, la resaca, el olvido, el erotismo, la sexualidad, el fracaso y el sonambulismo.
La vereda esta escrita, la sensación de perder y de llorar es el pasaje de un viaje al descontrol y a la soberbia de la vida. No hay paradas en la poesía de Nachón, solo es en constante camino que suena en un tocadiscos y no repite canciones, solo las transcribe a través de una aguja de sintetizadores de sensaciones limítrofes con la orfandad y la locura.
Nachón se convierte en un poeta de tercera para una poesía de tercer mundo. Una poesía marginal y sin lectores específicos. Solo es adecuada para aquel que guste experimentar, no con estructuras gramaticales como hacen los poetas de “primera”; sino para aquellos que gustan el placer del libre consumo, un consumo sin sofisticaciones perpetuas y duraderas, solo para aquellos que estamos inmersos en la decadencia de nuestro tercer mundo. A continuación, te presento tres de mis poemas favoritos:
Desprendimientos
No me puedo desprender del sexo para escribir,
sería castrarme.
No me puedo desprender de ser hombre,
sería como cortármela.
No me puedo desprender de mi odio,
sería como arrancármela.
No me puedo desprender del amor,
sería regalarla a los chacales.
No me puedo desprender de los celos,
la humildad me volvería potente.
pero sólo por unos segundos,
siempre hay un asesino atrás de la puerta.
No me puedo desprender de la persecución,
sería como nacer muerto.
Tragos
No es que sea hijo de los tragos,
en realidad soy hijo de la garganta,
hijo de una luz que no ha nacido.
Extraño alumbramiento.
Es que Dios no pasó por mi garganta,
como un pueblo ando,
de ésos por los que no pasó Dios.
Pobre Dios, de cuantas cosas lo he culpado.
Si yo conociera la garganta de Dios
yo podría ser su trago.
Lo embriagaría y lo convencería de la existencia del Diablo.
Se pelearía consigo mismo,
perderíamos la noche
y ya no tendríamos lugar donde llorar
ni oscuridad donde dejar pasar los tragos
que nos hagan creer que hemos nacido.
Cristales I
La primavera se extiende,
los poemas ya no son hojas de otoño,
ahora florecen en señal de amor.
Es cierto, las flores son terribles cuando se odia,
pero cuando se ama todo parece un cristal,
hasta que llega una mujer que nos deja plantados con olores y
deseos de amar. Se rompe el cristal y se comienza a aprender
a odiar.
Mujeres que han estrellado mis cristales internos,
dejadme ser como vosotras, alegres, flores a prueba
de rayos,
endemoniadas bellezas que temen marchitarse,
a mi hijo también lo romperán en pedazos,
no hay descanso para su envidia del pene,
las he visto gozar más al ser infieles y tontas
que al recibir las atenciones de un guerrero.
(De ahora en adelante no les ofreceré más cristales, puesto
que los convertiré en espadas).
Gran parte de las citas e ideas de este ensayo fueron retomadas de la entrevista “La literatura según Fernando Nachón” (2014), realizada por el periodista Erick Baena. Puedes consultar el texto completo en: https://erickbaenablog.wordpress.com/2014/03/18/la-literatura-segun-fernando-nachon/